Somos una humanidad de miles de millones de semejantes,
afortunadamente todos distintos en nuestras propias semejanzas y potencialidades,
absolutamente distintos en nuestras mismas formas de pensar, actuar,
sentirnos y creernos ser. También somos completamente distintos en nuestra
plenitud e intenciones de vida, con una igualdad de semejanzas que
impresionan al más experto y ducho de los observadores sociales.
Somos un mar de diferencias en cada ola que hacemos y sin
embargo si miramos bien profundo al mismo mar, vemos que la similitud de
cada una de sus expresiones y vaivenes, de sus logros y fracasos son tan
pero tan iguales que uno queda completamente desconcertado.
Lo absoluto es relativo y lo relativo es absoluto de
acuerdo a la forma en que uno lo mire o a los momentos cuando uno lo
observa, y así, en esta vida que nos toca vivir individual y socialmente
desde lo material, desde lo intelectual, emocional y espiritual, todo
evoluciona y cambia de acuerdo a la ley del cambio
y a la ley del equilibrio que ya presentamos.
Estos movimientos, de a millones por vez, construyen
sistemas -formas convencionalizadas- que liberan o encadenan las acciones
humanas y las fuerzas físicas de la naturaleza. Son parte de nuestro devenir
existencial en este planeta, que es de todos y que debemos proteger.
Los sistemas humanos son simplemente voluntades que
deciden hacer las cosas de una determinada manera y este hacer es del
pensamiento, de la palabra y de la acción física, como ya dijimos.
Algunos de estos sistemas nos liberan y otros nos
esclavizan y llenan de cadenas, y cada tanto el Ser Humano construye y
destruye estos sistemas de acuerdo a sus necesidades y conveniencias.
Hoy los sistemas que nos esclavizan y que nos transforman
de Césares en Lacayos, están plenamente identificados.
Los números sobre las personas son cadenas que nos
atan a ellos, la deformación que estos sistemas producen sobre los
ideales de libertad, de solidaridad, de fraternidad e igualdad a través de
la corrupción de todos ellos son más que evidentes y entran dentro de
la teoría de lo obvio al observarlos.
Es con el pensamiento que construimos las diferencias
desde las ideas que se transforman en ideologías, y desde éstas que crecen a
política, creando disgrega-ciones que como su abstracción más perfecta -las
matemáticas- demuestra que todo es ilusión en la simple ecuación del 1+1 que
crece al 1x1 que es igual a sí mismo; ilusión del
pensamiento que nos transforma en esclavos y lacayos de sus propias
mentalizaciones separándonos, con sus fantasías, cuando de
convicciones malhabidas y mal intencionadas se trata.
Pero, es desde los sentidos desde donde podemos, toda la
humanidad, encontrarnos. Porque éstos reciben y le dan poder al sufrimiento,
a la alegría, a la satisfacción y a la felicidad de vernos y encontrarnos en
las semejanzas, luchando contra las diferencias que la razón nos quiere
imponer.
La economía que buscamos y estamos construyendo nos
integra desde los sentidos, desde las sensaciones, desde la emoción de
sabernos poderosos y útiles a nosotros mismos y a nuestra comunidad, pero es
esta misma economía sana la que debe ver, ordenarnos y proyectarnos a esos
logros.
Es nuestra propia y particularísima responsabilidad de
personas e individuos sociales, superar este estado de cosas mezquinas y
engañosas en la que nos hemos metido y tenemos todo el poder y la
consciencia humana para realizarlo y para REALIZARNOS; si no lo hacemos es
porque el tiempo histórico de la humanidad todavía no llegó para liberarnos
y seguirán siendo tiempos de sufrimiento, de discriminación, de guerras y
dolor.
Actuemos y traigamos el paraíso a la tierra porque somos
el único factor factible y poderoso para conseguirlo y porque en los últimos
largos años se ha construido un enorme egregor de consciencia de
cambios en la humanidad que nos llena de esperanzas de paz y
mancomunidad para integrarnos hacia el futuro, un espacio de Todos y
para Todos.