Dos premisas tan sencillas como:
1- la necesidad es la madre de la acción y
2- no le hagas a otros lo que no te gustaría que te hagan
a ti, hacen que uno se pregunte seriamente cómo es que hemos llegado a
esta infernal elefantiasis normativa jurídica universal.
El sentido común ha sido invadido por la estupidez que
muestra su cara de mil formas distintas. Intelectualizaciones fuera de toda
lógica, justificaciones imposibles de aceptar. Procesos intrincados que
concluyen en iteraciones sin fin. Negociaciones políticas con políticos que
nada saben de economía ni de las necesidades de sus propias gentes. Manejos
subrepticios y entre bambalinas para esconder cadáveres putrefactos y
hediondos debajo de las alfombras que pisamos a diario, y mil
caretas más son parte de las estupideces cotidianas que nos quieren
hacer creer.
El sentido maquinado, pensado, que es canal y patrón de
aprendizaje tan solo del 3 al 5% del cien por ciento de lo que el ser humano
aprende -siendo del 95 al 97% aprehendido por los sentidos- ha literalmente
destrozado al sentido común.
La palabra ha monopolizado despóticamente a la realidad
de todos los días y se impone con una cantidad de absurdos y mentiras
inconcebibles. Todo se quiere comprender desde el pensamiento y descarta, así
por así, lo que debería naturalmente comprenderse desde los sentidos, desde
las sensaciones, desde el sentimiento.
Se lee una estadística con plena conciencia y
racionalidad pero no se tiene ni la mínima capacidad humana para sensar el
hambre y la decrepitud que muestra la estadística.
La impresionante desorganización organizada
institucional en todas sus formas y medidas, en todas sus áreas de
influencia y universalidad es una des...pro...por...ción que
el ser humano ha producido y que solo él puede volver a recomponer, sin
dudas con un enorme esfuerzo de readaptación y reajuste de sus nortes, de su
conducta y de su actitud respecto a la vida y a la convivencia en sociedad.
Comenzando con lo jurídico, siguiendo con el financismo,
continuando con la política, pasando por lo nuclear y terminando en la
hambruna humana el descalabro es monumental.
Lo simple se hizo complejo, lo claro se enturbió, lo
fácil se hizo difícil y a lo posible lo hicieron imposible. Lo común lo
transformaron en improbable e inalcanzable y lo ordinario mutó a extraordinario.
Todo lo transformaron en un mundo de complejidades.
Nuestra conciencia racional debe caer en la cuenta de que
la necesitamos funcionando desde el sentido común, simplificado, sintético,
facilitado y factible para todos y para todo y que es tiempo de concluir con
los expertos, con los entendidos en cada materia, con los cráneos que nos
van a llevar de las narices al mundo de fantasías del nunca jamás... poder
volver.
Además de la elefantiasis normativa, tema del próximo
título, existen inflamientos -si nos permitimos el término- en
un sin número de áreas de las relaciones humanas, todas ellas generando
conflictos y diferencias que requieren de más y más participaciones
"alienígenas", esfuerzos, sacrificios y conflictos propios para resolverlas.
Todo crece desde lo público sin importar sus
costos que por supuesto lo paga la industria, lo paga el comercio, lo paga
el agro, lo paga el profesional, lo pagamos todos.
Área en la que pensemos, área que está inflada. Y
de tanto inflar la función pública se ha inflamado y expandido a toda la
economía real y productiva.
A toda acción se le pone contratos, escritos, leyes,
convenciones, límites y liberalidades consensuadas
previamente. Jamás pensamos en cuánto realmente nos cuesta o le cuesta a
otros los requerimientos del poder de imperio de un estado que hace siglos
dejó de ser benefactor.
No se piensa que estos costos y gastos de
inflamiento salen de algún lado y que ese lado es el sacrificio
cotidiano de las personas y es el bien que la madre tierra nos da y que se
derrocha en mantener la estructura pública.
Todo es miedo por un tal vez, miedos y más miedos de
cumplir o de no cumplir, de pagar o de no poder pagar, de estar o de
desaparecer.
No se confía, mejor dicho se desconfía de la voluntad
humana y del sentido humano espontáneo y natural.
El sistema rechaza que exista sinceridad y honradez en el
mundo.
No confía en que el hombre es bueno por naturaleza.
Todos son mentirosos, todos son ladrones, todos son
criminales y así los que realmente son mentirosos, ladrones, criminales se
escudan y se esconden en dos políticas que ya desde La Liga contra la
corrupción y el maltrato público hemos conscientizado durante años
en la población: la política de la inclusión -cuando un
criminal incluye a todo el universo de personas para ocultarse entre ellas-
y la política del reflejo -cuando un criminal público culpa y
responsabiliza a otros para liberarse de sus propios delitos y
responsabilidades criminales públicas.
Darwin no había dicho lo que algunos vivos mal
interpretaron y sembraron en su propio beneficio por el mundo: eso de que
los humanos se comen unos a otros con una saña y una voracidad bestial y
demencial.
Semejante imagen mendaz y denigrante de la condición
humana funcionó a la perfección para terminar con el estado de
derecho desfígurándolo a estado de ley dónde
impera la ley de la selva. Ayudó, semejante alevosidad, a construir
un mercado del conflicto universal, a producir guerras en dónde y cuándo
algunos quieren, a construir un mercado del seguro sembrando miedos e
incertidumbres de proporciones inauditas y mucho más.
Toda esa ley es el miedo del ser humano de verse a
sí mismo y de verse en relación y en convivencia con otros. Cada cosa que se
inventó para cubrir los miedos fue a parar a la economía fantástica y
al financismo antropófago y de a poco o de a mucho se comió la
actividad económica sana y productiva.
Todo el pus y el virus que generaron estas elefantiásicas
normativas llenas de necedades surgen del miedo de algunos por
salir a la vida y dejarse arrastrar por lo maravilloso de un mundo sin
límites y de una convivencia espontánea y sincera con todos los otros y del
contacto profundo y armónico con la tierra. Tienen miedo a ensuciarse con
barro, de encontrarse con los distintos a uno y pretenden vivir
en una asepsia existencial construida desde la idealidad de la palabra y de
los miedos infrahumanos que están fuera de toda realidad de la gente común,
gente natural y corriente como es toda la humanidad. Muchas veces surge de
la picardía de algunos por buscar y mantener espacios ficticios de
relaciones humanas que excluye a todos y beneficia a esos pícaros.
Pero todo lo complejo lleva en definitiva a lo sencillo y
simple porque llega un momento en que cansa y satura, ejemplo
claro son la constitución de mafias en todos los estamentos del quehacer
cotidiano, grupos humanos que tienen códigos simples y procedimientos
simples para convivir por sobre la complejidad del universo insensato de la
elefantíasica norma jurídico-legal núcleo del desorden institucional.
El momento es ahora en donde uno a uno y uno por
uno vayamos entre todos desinflando este desorden institucional.
Saber concretamente que todo este desorden lo pagamos los ciudadanos
gastando nuestro tiempo, nuestros recursos, nuestras relaciones, etc.
Todo es ley, más norma, más decreto, más y más y más dichos que deben
ser interpretados por más y más expertos porque nadie los entiende,
porque se superponen unos sobre otros, porque encarajinan la existencia
de todos sin importar cuanto le cuesta a cada uno de los que sufre este
descomunal des..orden institucional que sigue y sigue creciendo. Es
imprescindible cortar la normativa jurídico-legal a simples códigos de
convivencia en algunas áreas fundamentales, es imprescindible volver a
respirar libertad y terminar de temer por las mañanas lo que
incuestionablemente el funcionario público nos va a regalar durante el día
para irnos a la cama preocupados de cómo hacer para resolver la cosa para la
mañana siguiente. Solo El Soberano puede resolverlo desde sus mismas bases
de convivencia.