Si hay bienes por qué no hablar de males.
Y si de los bienes hay bienes que son raíces, los más
importantes, los más originarios y de donde viene todo el resto de los
bienes -que no son raíz- que también nos hacen bien, entonces, a la
vez, podemos definir qué cosas nos hacen mal y llamarlos males, cosas que
nos hacen más mal o menos mal, pero males al fin.
Podemos decir que hay cosas que son bienes hasta un
cierto punto, pero que con el abuso se transforman en males. Decir, por
ejemplo, que los alimentos son bienes, pero que la gula los
transforma en males; que mucho del confort es muy bueno y son bienes, pero
que todo el confort, sin mirar cómo se realiza, como se utiliza o qué
se sacrificó para conseguirlo es un mal.
Lo mismo pasa con los servicios, son
servicios aquellos que podemos prestar y que son útiles y significativos
para nuestros desarrollos personales y para el progreso de la comunidad,
pero ¿no vemos a diario servicios que nos condicionan, que interrumpen la
posibilidad de hacer por nosotros mismos, y así crecer? Cuando un adulto se
inmiscuye en el hacer de un niño que está buscando las formas y los medios
para interpretarse o aprender de su relación con el ambiente ¿no podría ser
más "un condicionante" que un servicio para ayudar al niño?
Esto del padre y del niño también es economía.
Alguien podría buscar un antónimo a servicio, por el
momento lo llamo cond...icio -de condicionante de un servicio-
que deja de darnos la oportunidad de hacer, de aprender un poquito más a ser
nosotros mismos, de aventurarnos a la realización y así ser mejores.
En una economía como la que estamos construyendo cada
cosa y cada acción debe estar bien catalogada y medida, en relación a lo que
nos da o a lo que nos deja de dar. Debemos saber que son bienes realmente y
que son males realmente, en qué medida nos están prestando un servicio y en
qué punto ese servicio nos perjudica porque no nos da la oportunidad de
poder hacerlo o prestarlo nosotros mismos.
La medida del uso y del abuso, la medida del esfuerzo y del sacrificio,
la medida de lo justo o del exceso, así tomando conciencia de cuánto nos da
cada cosa, de cuánto le pedimos a cada cosa, de cuánto es el servicio que
damos o que recibimos, o en qué punto está el exceso que nos condiciona a
ser o a estar menos, así tenemos otro punto de soporte del
eficientismo social para no pasarnos del uso y terminar en el abuso,
o para tomar solo aquello que necesitamos y no sacarle a otros, aunque estén
ausentes, lo que les corresponde tomar también.