Ante la universalización del mundo, con el estado asumido
de que nos achicamos a ser un punto infinitesimal, con la
explosión demográfica, con el egoísmo natural humano de querer ser lo mejor
de lo que uno puede ser, y con los avances infinitos a los que nos impulsa y
obliga la ciencia y la tecnología para adaptarnos al progreso y al
desarrollo del conjunto humano, los estados del ser se han mezclado,
diluido, ampliado, restringido, en fin deformado de mil manera distintas.
Ayudemos a que tengan una base de reconstitución
aportando el concepto del estado real, aquél que se siente
como verdad interna y como la realidad que le presentamos a la sociedad.
El estado existencial aquél que sensa interna y profundamente el
individuo de la situación propia proyectada desde la cual viene y a la cual
se intenciona como ser humano conseguir. El estado idealizado,
aquél estado del individuo humano afectado por todas sus verdades y
realidades internas y por la incidencia de los impactos continuos del
ambiente social con el que convive.
Si a estos tres conceptos los hacemos participar de los
mundos reales, virtuales o imaginarios en los que permanentemente
convivimos, la cosa se hace aún mucho más alienante, es decir
desgarradora del ser individual genuino y especial que cada uno de nosotros
es.
But life is as it is, y como el asunto está en vías de
ser asumido trabajémoslo un poquito.
La economía actual busca ser clara y exacta proyectando,
programando y especulando desde fórmulas matemáticas, y falla. Consigue
brillar dentro del ámbito de la mecánica abstracta de las matemáticas, pero
al transformar al ser humano en un número más, tira a un costado lo más
valioso y significativo de su crecimiento de técnica para convertirse en
ciencia.
El hombre y la mujer es lo único que realmente tiene la
economía para existir y ser, y no debemos cansarnos de decirlo para que el
pensamiento y la acción económica definitivamente sea una herramienta útil y
significativa para la humanidad.