El orden administrativo público no hace, es la gente la
que hace y deshace, es el pueblo con su actividad, su problemática humana,
la que se activa y produce bienes, servicios, desarrollos físicos e
intelectuales, derrumbes, catástrofes y nuevos universos.
El orden administrativo, o en nuestro caso el des...orden
administrativo público, es simplemente eso, una organización de la cosa real
que se contiene en otro tipo distinto de soporte y que se idea desde la
realidad del trabajo de la gente para ordenar el colectivo de la sociedad.
Cuando el orden institucional se distorsiona, nace el
conflicto en la sociedad y por ende en los sectores económicos. Todo
desorden público repercute en la sociedad, en la economía, en lo real y
concreto.
La función pública cree hacer pero no hace, su función es
administrar a los que hacen realmente y para eso debe dejarlos hacer.
El trabajo administrativo es simple trabajo
administrativo que nada produce, que nada crea. Es un servicio de
organización, de ordenamiento.
Creer, como se cree hasta ahora, que dos millones y medio
de funcionarios públicos hacen, es un tremendo error que ha costado la
desintegración nacional y la caída libre de un país que era la esperanza del
mundo.
Por supuesto que muchos de los que leen estas líneas
dirán -¿de qué está hablando? Hacer es hacer y yo me mato trabajando todo el
día... funcionario público o no ¡yo me mato laburando!
Es cierto, pero es hora que se comprenda de raíz que no
todo hacer es productivo y necesario, que no todo trabajo o laburo produce
rendimientos efectivos y riqueza, y que no todo lo que "uno hace" es útil
para la sociedad.
La conciencia de qué es lo que uno hace, de qué y de en
dónde está produciendo, de cómo y de cuánto uno hace es base fundamental
para el cambio de actitudes y conductas que hay que tener para construir una
nueva economía en la cual seamos todos conscientes de las participaciones
que estamos aportando y de las ganancias o pérdidas que producimos a la
comunidad.
Hay profesiones y oficios y actividades útiles y
necesarias y otras, que aunque activas y trabajando, son inútiles e
innecesarias; y aunque todas suman a los productos brutos nacionales es hora
de cambiar los cálculos y realizar las sumas y restas como corresponde: de
acuerdo a la generación de riquezas y a los desarrollos y progresos
efectivos y reales.
Se requieren esfuerzos físicos e intelectuales,
reordenamiento de variables, reubicación de profesiones y de personas que
pasen de lo artificial y prescindible a lo concreto y natural, rompiendo la
estática de la costumbre del siempre fue igual, para construir la dinámica
del cambio hacia un nuevo orden social y económico.
Cuando se comprenda que mucho de lo que se hace es
no hacer y que solo es estar, las fuerzas laborales
nacionales productivas van realmente a comenzar a brillar y a rendir con
potencia y determinación.
Cuando el servicio administrativo público tenga la
dimensión de una administración eficiente, el mundo de las relaciones
económicas va a fluir sin conflicto hacia la satisfacción plena de
necesidades concretas y necesarias y el desperdicio y el derroche se van a
terminar.
La cuestión, entonces, no es hacer o dejar hacer, la
cuestión es DEJAR HACER con libertad, con independencia al que realmente
sabe hacer y dejar de meterle palos públicos en las ruedas cada vez que la
acción libre y espontánea del ciudadano de trabajo, adquiere una determinada
inercia y un determinado poder de realización.
La acción pública en este sentido fue criminal y alevosa
y es, tal vez, la única responsable directa de la miseria y de la pobreza
generalizada de nuestro pueblo. Una miopía pública de proporciones
mayúsculas que debemos corregir inmediatamente.