Porque la economía se encarga de administrar, de
descubrir, de potenciar y producir "los elementos escasos" de la
naturaleza es que se produjo semejante miopía respecto a dónde está la
riqueza real de las naciones.
Solo a un tuerto o a un ciego se le pudo haber ocurrido
"ver" semejante estupidez de "recursos escasos".
Así, la economía -gobierno de la casa- se transformó en
una procesadora de números, tendencias, variables, relaciones y más números,
olvidándose de la gente y alejándose de lo humano.
Es como gobernar la casa preocupándose solo por los
azulejos, por los pisos y por las paredes, por los elementos mismos, y
olvidándose de la gente que vive en el hogar, condicionando toda la conducta
y la existencia de ellos a que los techos y los inodoros "vivan" bien y
mejor. Ridículo.
Y todavía algunos la llaman "ciencia" ¡!
Ya dijimos que la economía actual ve a las personas como
números, como estadística, olvidándose de lo importante: que somos seres de
carne y hueso desde lo denso y que somos seres con
sentimientos, sensaciones... sentido desde lo sublime.
Esta gente, que por lejos es lo más importante de todo,
de ninguna manera es "escasa", ni tampoco es "el desecho" de los recursos
planetarios, como desde hace siglos se la considera.
La humanidad -todos, absolutamente todos- es la riqueza
verdadera y cierta y si se la mira un poco más adentro se ve otra riqueza
mucho más grande, amplia, diversa y maravillosa: TODA su humanidad,
condición de abundancia que nadie puede interpretar ni describir ni
ponerle límites o dimensiones.
Tiene la semilla más poderosa, original e increíble de
todas, tiene la genialidad y el poder de la creación y del descubrimiento,
tiene la habilidad física e intelectual y el poder espiritual, y un millón
de maravillas más.
Ahora, el que primero dijo que es "un recurso escaso",
primero: llamándola recurso, después asociándola a cosas, y todos los
millones de profesionales que lo siguieron -convencidos y circunspectos-
deben haber tenido bagres en lugar de ideas y alfileres en el lugar del
corazón.
Para escribirlo como cada tanto aparece en alguno que
otro titular:
Es el ser humano ¡Estúpido!
Si uno tiene el coraje de mirar aún más adentro puede
hasta ver que es la semilla de la vida, la semilla de lo eterno y la que
todo lo puede y hace.
Es la semilla de todas las cosas.
No es el petróleo, porque ya sabemos que es el agua
lo importante. En solo un par de siglos pasamos del vapor al hidrógeno, y
hoy hay que desandar todo el camino del derroche y abuso sobre el petróleo,
el gas, el carbón, y sus componentes y derivados, aunque buen uso le hemos
dado y lo agradecemos.
No es el oro o la plata, aunque acumularlos hace brillar
las conciencias llenas de codicia, de avaricia y mezquindad. Conciencias
primitivas que por acopiar se matan, desangran a quien pueden y creen que
"lo tienen todo".
No es el dólar, el yen, el euro, en moneda o en billete,
por más que los presenten como los protagonistas principales en los
noticieros televisivos y radiales de la mañana, el mediodía, las tardes, las
noches y hasta en las trasnoches.
Tampoco son las acciones, los festivales de bonos, los
contratos a término, los valores o los precios que se juegan en cada
operación de especulación comercial o financiera.
Y los "no son" son muchísimos más, que a los ojos de los
cortos de vista y faltos de responsabilidad existencial y humana se creen y
sienten distintos al semejante. ¿¡Distintos!?... ¿Qué? ¿Cómo?
Ninguna de estas cosas mencionadas tiene ni un solo gramo
ni aliento de semilla, son absolutamente estériles e insignificantes. Si no
me cree, pruebe: plante cualquier de esas cosas y espere que le dé fruto.
Como digo en otra parte de la obra "2 revoluciones
industriales, 10 revoluciones tecnológicas" ¿y? Todavía
algunos se matan "por vivir", mientras otros se mueren de hambre y la gente
se pregunta ¿por qué?
Esta pregunta excede lo filosófico y entra en la médula
de la economía y nos exige respuestas.
Y las respuestas debemos producirlas ya
porque más de un tercio de la humanidad no puede esperar. De muy poco nos
sirve esperar a que venga la ayuda del pescado para comerlo, sabiendo
que existe tanta humanidad capaz desperdiciada, abandonada, desquiciada...
pero muy dispuesta a lo mejor: vivir y ser útil.
De poco nos sirve la caridad mundial, la distribución a
través de... o desde organismos internacionales.
El mundo NO LOS ENTIENDE, o los entiende tan bien
que para no tomar medidas serias y terminantes deja que el tiempo pase para
ver si ésos se asumen en la conciencia humana que les falta.
Mientras tanto, los presupuestos públicos y los
presupuestos internacionales siguen cargados de "caridad mal
entendida", mal distribuida, que solo es más negocio
para los pocos que la envían.
Mientras la económica siga en la línea en la que ha sido
construida y además comida, impulsada, extorsionada por el financismo, el
capitalismo de trabajo y producción, no va a poder solucionar el problema en
el que estamos: de abastecer a todos con todo lo necesario, en donde
estén.
En los últimos tiempos muchas empresas se han dado cuenta
en dónde está el rédito y la riqueza real, pero lo han hecho con un sentido
mercantilista y después otros, hace menos años, se han dado cuenta de lo
mismo pero lo hicieron con un sentido de mayor explotación de la tierra y
del esfuerzo del hombre. Es la semilla.
La semilla no solo produce monedas y sirve para hacer
"un billete más". La semilla está para mucho, muchísimo más, ya que es
la fuente de toda riqueza y de toda existencia terrenal.
La semilla que necesitamos comprender es el germen,
es el origen de todo, es lo genuino y lo puro, es la creatividad y el
rendimiento y es la dádiva eterna que se nos ha dado para cuidar y
multiplicar, de la cual vivir. Esta semilla está representada
por todas las semillas de las cosas que producen bienes
-que es mucho más que producto- es lo que es bien, lo que como
digo más adelante, es "el bien" que se nos ha dado gratis
para que disfrutemos, sin costo, sin esfuerzo, sin sacrificio, simplemente
agarrándola y satisfaciendo lo que cada una de ellas puede satisfacernos.
La semilla es: de la tierra y la semilla es del ser
humano, la semilla es de unos y es de todos, y es para uno y es para
todos, es particular pero a la vez es colectiva cuando los muchos la
necesitan, pero para ello debemos tener consciencia superior
de lo que la semilla realmente es para nuestras vidas y en nuestras vidas y
eso pasa por la responsabilidad existencial y humana que todos debemos
tener.
No es "la cosa", es vida, es milagro y es
esperanza y paz en la cual podemos descansar nuestras existencias de ahora y
para después, para cuando nos falte y la recuperemos del pasado que
habíamos previsto, desde entonces y para siempre, la necesitamos.
La semilla no es "la bolsa", el quintal, o a granel, no
estoy hablando solamente de esa semilla, estoy refiriéndome a lo interno
de ella, a lo profundo de ella, al misterio y al milagro que engendra y
que tiene en ella.
Las mujeres, los hombres, todos los que la necesitamos
debemos comprender que hay que cuidarla, protegerla, prepararla y darla con
reverencia porque es vida y hay que honrarla.
Conocemos cientos de culturas pasadas que comprendían el
valor que la semilla tiene y como tal la trataban, y llegó hasta nuestros
días viajando intacta a través de los milenios, evos, entregada por seres
humanos que sabían que era eterna y así nos la entregaron a nosotros, a aquellos
que estamos poblando y viviendo el presente que para ellos era la
eternidad.
Pero la eternidad llegó y es HOY, y la
responsabilidad de aquellos que supieron comprender el valor de la semilla
sigue intacta, en tanto y en cuanto nosotros, que ya poblamos esa eternidad,
comprendamos y nos responsabilicemos de iguales valores para perpetuarla
hacia otra eternidad hacia la cual estamos transitando.
Escuchamos discursos de antiguos humanos, vemos arte que
nos han dejado pero la reverencia a la semilla hoy con el hombre de hoy,
ha quedado totalmente acallada, chata, perdida y olvidada.
Solo la germinamos, solo la cuidamos lo necesario para
que nos dé su fruto, pero no la vemos, no la sentimos y no la queremos
como algo esencial, mucho menos como esencialmente nuestra.
No es ella la que tiene que volver a
presentarse, ella siempre está, y siempre estuvo, somos nosotros los que
tenemos que volver a darle el espacio que se merece, somos nosotros los que
debemos rescatarla del olvido y de la mezquina función en la que la tiramos:
ser un bien de cambio; mucho peor, perecedero.
No es un activo, es EL ACTIVO, no es una
inversión es La Inversión, no es el rédito o la ganancia es
El Rédito y es La Ganancia y si no comprendemos
estas simples cosas, vamos a seguir desperdiciando la riqueza que nos ha
sido dada y que no vemos por estupidez e incapacidad, ya crónica y por
generaciones, de no ver lo evidente y obvio que la semilla representa para
nuestra existencia terrenal.