Sin generalizar, la sensación de satisfacción que ofrece
y la calidad de sentimiento que produce lo que se llama una renta ganada,
de la que vamos a hablar en el interés real y productivo, es muy
distinta al contenido de valoración que produce la acreencia de la renta
no ganada, o renta financiera.
Todos sus valores y principios son inversos al interés
real y productivo, su visualización crea la fantasía de lo útil por
el resultado mismo, pero que es evaluado por una mente que comprende la cosa
por la cosa misma, que disocia esfuerzo realizado y valores totales
integrados y de riquezas. Disocia las potencialidades
dispersas conjugadas para llegar, después de un proceso generalmente
complejísimo, a producir un resultado.
Esta mente analítica y visualizadora del resultado
olvidado y perdi-do del esfuerzo para conseguirlo, y olvidado y
perdido de todos los patrones y valores que fueron accionados y mantenidos
por seres humanos, o en su caso por la Madre Tierra,
para dar el producido de manera generosa, es el punto, en este tipo de
mentes, en donde comienza lo que llamamos La Gran Distorsión.
La Gran Distorsión es entender que la cosa es
importante y que el ser humano que la produce o la tierra que la entrega no
son importantes cuando la valoración debería ser exactamente al revés. Este
cambio en la visión de las cosas tiene profundas implicancias para la vida
en sociedad y la convivencia compartiendo un hábitat común.
Esta distorsión de valores originarios que sí son
importante por un valor que no es importante pero que se lo asume como si
fuera lo único importante, es haber cambiado las jerarquías universales
por un discernimiento miope de la mente humana que nos arrastró hacia otro
mundo de creación y producción alejado de la verdad de la vida y del ser
humano.
El ser humano dice: tengo hambre y sale en busca de su
alimento. Cuando el ciclo se repite día a día y por esas cosas del
desarrollo cultural y cívico ese ser humano se proyecta sobre la cosa que
satisfizo su apetito y se asume en ella, ya el fruto o el interés productivo
comienzan a ser artificial e improductivo.
Cuando el ser humano en busca de su alimento se olvida
de sí mismo y de los esfuerzos que otros produjeron para traerle el producto
al lugar y en el momento exacto en que necesita aprehenderlo -tomarlo- para
satisfacer su necesidad, y se abalanza sobre la cosa para comérsela y se
acostumbra a esa actitud y conducta simple de saciar el apetito y ya,
es hora y es el tiempo en que el ser humano tiene que volver a
internalizarse y volver a comprenderse a si mismo, comprender cuáles son los
valores y los principios reales de su existencia individual, social y
ambiental.
Ese que es el mismo producto que consume y satisface su
necesidad, ha dejado en realidad de ser comprendido como un elemento de la
naturaleza con espíritu y poderes propios, es decir que ha dejado de ser el
resultado de la producción de una cantidad de rendimientos y satisfacciones
colaterales para transformarse en un simple gasto que desaparece cuando
se lo consumió. No hay reverencia, no hay respeto por la relación
entre el ser y la cosa, no hay consideración por la situación de
necesidad insatisfecha que fue saciada, ni hay respeto por uno mismo.
El producto en vez de cumplir la función e integrarse a
la sensación de inversión que satisface y permanece... viene y se va
sin dejar más que el espacio para el hambre del momento que viene. Y
esto se repite con todas las necesidades actuales satisfechas.
Reeducar la visión del consumidor, alejarlo del precio
por producto en el que está asumido y proyectarlo al concepto de
valor por satisfacción plena satisfecha en su justo momento
que lo integre, que le haga comprender y sacar rédito a todo el proceso
económico que lo llevó a ser el sujeto de apropiación de algo tan simple
como la compra misma de algo tan complejo como es el de la participación de
decenas de personas -semejantes a sí mismos- y de diferencias del aporte de
todas ellas y del producto de la tierra, para que todo le resulte
simple.
Un cambio de visión de este tipo comienza a
socializar la economía. De esta manera todo consumo en donde se
pierda su real integridad humano-material se transforma en un
interés improductivo.
Imaginemos lo que significaría analizar la renta no
ganada en términos netamente financieros, situación que ya fue harto
estudiada, debatida y atacada en el concepto usura tradicional y en lo que
es valor más o menos ético del manejo de los fondos financieros,
rendimientos financieros, etc.
En la Teoría de la Necesidad no nos
interesa exponer ni discutir la usura tradicional ya que ésta avanzó a pasos
agigantados hacia nuevas formas, mucho más sutiles, de imperio en la vida de
la humanidad, formas que se constituyeron en el Financismo, cáncer del
Capitalismo de Trabajo y Producción.
La usura como tradicional ha avanzado a mil formas de
expresiones y de penetración del aparato de producción de bienes y
servicios: seguros, servicios financieros, compras a futuro, cauciones,
garantías, amortizaciones y capitalizaciones, fondos de inversión, encajes
bancarios, reaseguros, redescuentos, etc., son las mil caras de la usura
moderna.
Estos son subsistemas del manejo y de la imposición
del miedo, de la extorsión, de la amenaza, del chantaje y del maltrato
al que el ciudadano está, ya, acostumbrado a recibir y con lo cual convive
naturalmente.
Tarjetas de créditos, de débitos, de compras,
transferencias automáticas, cupones, servicios prepagos, y cuanto otro
aporte deslumbrante nos da en la actualidad el ingenio humano llevan su
semilla de rédito no ganado del financismo.
Un sistema financiero que acumula de a centavos ha
producido una red de control que se ha comido al capitalismo productivo y lo
ha subyugado al punto de esclavizarlo en cada paso de expansión que quiere
dar; a esto llaman desarrollo y se lo incluye dentro de los Productos Brutos
Nacionales.
Su consecuencia natural es: un mundo pequeño acreedor y
el mundo real y efectivo de producción de bienes y servicios que sí
son útiles y necesarios para todos sus semejantes que se cuentan de
a miles de millones, pagando el tributo financiero
correspondiente cotidiano, todos deudores.
Muchos dicen es una vida para sobrevivirla y no para
vivirla plenamente, es cierto, es por todo este tipo de ataduras
sutiles que nos han impuesto, es porque sin darnos cuenta en las cosas
grandes y en las pequeñas de todos los días pagamos, pagamos y pagamos
tributo al financismo simplemente por existir. ¿Por qué? ¿Dónde dice
que el ser humano nació para sacrificar su milagro de vida y para
pagarle tributo a la codicia, a la avaricia y al despropósito?
Da vergüenza ajena y produce perplejidad que la humanidad se haya dejado
seducir tan sutilmente por un sistema de despojos de tan desfachatada
proporción.