La economía, que debería ser la ciencia de la economía,
que debería ser la luz que ilumina los mayores y mejores procesos de acción
social en eficiencia, en eficacia y en oportunidad, esta economía brilla por
su ausencia.
Para darle un lugar de preferencia se adhirió economía
-el gobierno del hogar- al concepto de política -el gobierno de la nación-.
Hoy todos sabemos que política es mentiras, es acomodos,
es lobbies, es dual-ética, es estratagemas retóricas y todo lo malo
que puede incluir la pasión humana para hacer que un individuo se imponga
sobre otro.
La economía de base, la de la actividad de todos los días
y de todas las necesidades cotidianas, jamás podría trabajar sobre esos
desvalores políticos ya que sabemos que nada bueno producen, es
decir, solo producen quiebras, conflictos y destrucción.
Imaginemos a un panadero elaborando su pan con elementos
corruptos, se quedaría sin clientela.
Imaginemos a un taxista llevándonos a otra dirección a
donde le habíamos pedido que nos lleve, ipso facto, caería en la
teoría de lo obvio: nos llevó al lugar equivocado. Y así la mentira,
el engaño y la falta de valores mínimos e indispensables para las relaciones
económicas caerían en un conflicto de tan grandes proporciones que
estaríamos todos contra todos y se paralizaría el mundo, seguramente no por
mucho tiempo, ya que las bases sociales reaccionarían inmediatamente comprendiendo
qué sucede y de qué se trata.
Por estos simples ejemplos decimos que para resolver la
problemática humana antes debemos excluir la política y la ideología de
partici-par en la construcción de las nuevas formas y sistemas sociales,
institucionales y económicos. Debemos trabajar en las nuevas construcciones
sociales, institucionales y económicas por medios alternativos a los
convencionales. Después, una vez activos y recuperados, volveremos a hablar
de política y a discutir sobre la ideología de tal o cual fulano. No antes
de reponernos y andar el camino que todos necesitamos andar.
Hacia arriba y hacia los lados de la organización social
y de la organización de la economía, la cosa cambia de un azul claro y de un
verde claro a un rojo intenso y a un negro profundo cuando en vez de hacer,
se pasa a llenar el espacio de acción con palabras y más palabras que
imponen ideologías y políticas, discursos que nada tienen que ver con el
hacer.
Cuando a la esencia de la economía que es la acción
efectiva, el resultado cierto y el producto terminado o el servicio prestado
de acuerdo al precio que se estipuló se la cambia por un contrato con
cláusulas dudosas que pueden ser discutidas y en donde la discursiva toma la
forma monopólica de resolución todo se tergiversa y comienzan a funcionar
otros elementos extraños a lo económico, funciona el chantaje, la extorsión,
la amenaza y coacción por los cuales la contraparte está maniatada de pies y
manos jurídica y efectivamente para responder y contratar. Esto no es
economía, es basura y abuso en toda su expresión.
Cuando la economía deja de lado sus economías
naturales y necesarias para producir bienes y servicios es hora de
devolverle a la economía, la economía que perdió.
Es hora de obligarla a dejar de lado la parte de su
relación con la política que la subyugó y tergiversó en perjuicio de todos
los que producimos.
Solo así la economía, como pensamiento y como acción en
bien de toda la humanidad, va a poder volver a respirar su propia esencia y
crecer hacia límites jamás imaginados como útil e imprescindible para la
satisfacción de las necesidades de todos nosotros.