La desintegración de la sociedad, la atomización de cada
individuo lanzado a su propia supervivencia y soledad, e imponer en las
desoladas y perdidas conciencias la competencia feroz para sobrevivir, ha
producido el quiebre de reglas funcionales de convivencia.
El saludo, mirar al otro, la amabilidad en el primer
contacto, el coloquio informal para integrar el entorno y muchas cosas más
son síntomas del quiebre del que hablamos. A esto, y con un individuo
aislado y desarticulado, le siguió la incapacidad natural por falta de
contención social del hacer las cosas de todos los días.
La educación natural social se transmite a través del
ejemplo y de mirar al otro, es natural. El primer proceso de
aprendizaje de un hijo es la copia exacta y fiel de las actitudes y
conductas de sus progenitores, y después, el resto. Pero cuando todo en la
sociedad es un pandemonio y la vida se transforma en un permanente
sobrevivir, los tiempos de atención y de aprendizaje se reducen a espacios y
a pautas muy fragmentadas y de poco contenido sustancial.
Muchos de esos primeros y fundamentales pasos en la
educación se derivan a otros, con quienes los niños no tienen nexos
sentimentales y por consiguiente pierden en el aprendizaje los aglutinantes
más sólidos de identidad. Los padres sustitutos y los familiares
sustitutos no son ni los padres que están en el hogar ni los familiares
que rondan con la misma sensibilidad.
Parece igual, pero no es lo mismo, en nada se parecen.
Y la cosa continúa, el individuo actual sigue perdido en
sus lazos de aprendizaje y se deja arrastrar por lo que la sociedad quiere
que aprenda para que sea ella la exclusiva beneficiaria. Respecto a lo que
la persona haga en sus espacios personales, en sus espacios "exclusivos", a
nadie le interesa y así la sociedad se olvida, la hace desaparecer.
Craso error, pero al ser así las formas y los contenidos
del aprendizaje también se relajan puertas adentro y el individuo
deja de ocuparse del aprendizaje funcional de aquello natural y de sentido
común que hace a su convivencia consigo mismo y con las cosas y con otros en
el entorno reservado y particular propio.
Una economía social, debe comenzar por la
recuperación de la educación funcional, continuar con la
recuperación de los oficios y de las cosas prácticas de todos los
días y después avanzar sobre la profesionalidad y especialización de
las actividades que hacen a los grandes aportes a la economía
general.
Educar en lo funcional, es darle a las personas la
movilidad y maleabilidad necesaria con las cosas de todos los días,
es permitirles hacer con naturalidad las funciones que hacen a los primeros
estados de confort y de comodidad, sin los cuales los fundamentos de una
convivencia consigo mismo y con el resto se hace burda, grosera y
difícil.
La higiene, el orden, la sanidad, la limpieza, las
manualidades, la pulcritud, el aseo, el arreglo, la presencia, la
presentación, los modales, el estilo propio, el arte culinario, la
observación del detalle, la amabilidad, la atención, y seguro que me olvido
de muchas más, son formas personales y sociales que se deben recuperar y en
las cuales cada uno debe aprender a ser funcional.
La educación funcional enseña la medida justa de
las cosas, de sus relaciones y de los valores de uso primarios;
enseña sobre los costos significativos e insignificantes, enseña sobre
precios y calidades de lo que consumimos a diario y de la localización -del
en...tender- de los actores cotidianos que nos rodean,
incluidos objetos y nosotros mismos.
La educación funcional facilita, agiliza y profundiza los
contactos con el otro y nos va llevando a buen término desde el inicio hasta
el fin de cualquier relación humana. Hoy vemos, desde nuestra posición, cómo
se destrozan relaciones, cómo cosas sencillas se transforman en pesadas
cargas de convivencia humana, y cómo el ser humano individual se pierde en
un maremágnum de imposibilidades porque no le dimos, o no quiso, aprender
las cosas simples de la vida. Debemos superar este primer estado de
desintegración básica humana que el sistema en el que vivimos nos ha
impuesto.
El Soberano no es aquél que sabe dar órdenes sino que
comprende y actúa en consecuencia en el orden de todas las cosas.
El Soberano es la persona que entiende y que comprende y
que por conocer, desde el origen de la funcionalidad de los elementos que
compartimos, sabe darle el peso específico y exacto a cada cual.
Este es el comienzo de toda eficiencia social,
después sigue la capacidad y habilidad en los oficios y así se construye
el eficientismo social.