Cuesta sacarse de encima la palabra trabajo, está tan 
    profundamente metida en nuestra cultura, en nuestras formas de relacionarnos 
    y de presentarnos que tratar de no decirla cuesta.
    Igualmente estoy "forzando" hablar de actividad, más 
    amplia, más abarcadora, más de todo, como ya lo presentamos.
    Cuando pienso en terminar con el trabajo se me viene un 
    estado de vacío. ¿Cómo puede ser una economía sin trabajo? ¿Qué pasaría con 
    el pensamiento de tantos como Marx, Engels y otros que basaron todo en el 
    trabajo, en el sobretrabajo, en las relaciones de trabajo, en la explotación 
    a través del trabajo, etc.?
    Pero hay que terminar con el término, porque es muy 
    restringido, y muy malo, aunque a muchos nos encante porque llena de orgullo 
    y porque desde siempre fuimos parte inseparable de él. Pero es limitado 
    porque no incluye a todo lo que se actúa -que también hace, crea y produce-, 
    ni incluye a todos. No podemos incluir, por ejemplo, a la gente que baila, a 
    la que hace deportes, a los que caminan, a los que cuidan a otros, a los que 
    se entretienen, y mil cosas más. Trabajo no alcanza.
    Y el gran problema interno que tengo es: ¿qué pasará con 
    los sindicatos, con otras organizaciones que nuclean a "trabajadores" si la 
    palabra trabajo empieza a caer en desuso? ¿Cómo serán las nuevas 
    instituciones que defiendan los intereses de la gente en actividad? ¿Habrá 
    conflictos? ¿Habrá que defender intereses si todos están incluidos y si 
    todas las acciones están incluidas?
    Si todo es economía y si todo es mensurable y 
    administrado por la economía porque todo está incluido, dónde se podrían 
    producir los conflictos de intereses. Si construimos sistemas económicos en 
    donde las personas se activen desde sus propios esfuerzos, sin ser 
    coaccionadas u obligadas a "trabajar", todavía habría conflictos sociales, o 
    sería solo imperio de la persona en cuestión y solo de su propia y 
    particular incumbencia, entonces, los sindicatos para qué servirían, cómo se 
    formarían y qué función específica cumplirían, si no hubiera luchas con la 
    patronal, con el estado.
    Cuando uno rompe una imagen tan arraigada en la propia 
    mente y en el colectivo social siente que se pierde, que se va, es fuerte. 
    Pero debemos cortar y buscar la sustitución con actividad, o tal vez, con 
    cualquier otro término. Busquemos el cambio.