De la misma manera que la economía de profundidad
requiere de ingentes sumas de capital financiero para seguir funcionando,
cada vez más, una oferta cara requiere también de una demanda
encarecida y la demanda encarecida por la influencia del financismo se
ha asentado en dos variables originalísimas por derecho propio: el
tiempo y el espacio.
Estas variables son parte de todo ser sobre la tierra, de
la tierra misma y también del capitalismo de trabajo y producción como
sistema de creación, de producción y de abastecimiento material e
intelectual para todos.
Pero "alguien" se apropió de ambas variables y las
explota a piaccere.
La publicidad cobra por tiempo -aire- que llena
con mensaje y cobra por espacio -papel en blanco- que llena también
con mensaje.
Estos mensajes abultan las cuentas de costos y gastos con
cifras multimillonarias y hace que aquellos que no tienen los fondos
financieros suficientes ni tienen la capacidad de negociación, ni pueden
asumir el riesgo empresario o la estructura de producción o de
comercialización necesaria, estos trabajadores, profesionales,
empresarios en desventaja quedan fuera del mercado de competencia. Y
sabemos que TODO es competencia. Y los excluidos se cuentan de a millones, y
creciendo. Así lo que debería ser regalado -el espacio y
el tiempo- con el juego de la creación de ofertas y de la creación forzada
de demandas eleva los precios de los productos, construye valores ficticios
y derrama productos y servicios en donde realmente no son tan
necesarios. Lo llaman desarrollo.
Cada vez más, cada año con más ímpetu, cada producto o
innovación económica lanzado al mercado requiere de más y más
cifras que podrían ser ahorradas, pero que son premeditadamente gastadas
para impulsar y ampliar la brecha entre fantasía y realidad, entre necesidad
y abuso, entre lo útil y lo inútil.
La construcción de imágenes virtuales que expulsan las
realidades que conocemos es un insulto a la sensatez y a un sano criterio de
convivencia. Válido sería si todo estuviera en equilibrio, satisfecho y
todos jugaran con las mismas reglas y posibilidades, pero no es así y aún
dista mucho para que lo sea. Estas insidiosas intromisiones han producido
resultados y situaciones económicas en las que se han perdido las
variables de relación entre la economía y la sociedad. Una juega al
desarrollo a toda costa y con cualquier elemento, la otra lo sufre y se
tiene que subordinar. Y en este proceso son las personas las que se alienan
y las que se alejan de sus propios y naturales ciclos de crecimiento en el
progreso de sus vidas.
Se siente un estado de explotación permanente, se siente
un condicionamiento a fuerzas externas al ser que lo empujan sin ton ni son,
y se siente y se vive una inercia enferma esquizofrénica que violenta a cada
individuo y a la sociedad cuyo único recurso para evitar semejante presión
es el aislamiento, el encierro y la soledad.
Es imprescindible que el sistema económico -es decir el
conjunto de las voluntades sociales que se activan a diario- tome conciencia
desde su propio colectivo social de esta situación que sufre él mismo y
devuelva a cada individuo su tiempo y su espacio para que los
utilice personalmente como quiera sin tener que sufrir "la competencia" de
otros tiempos y de otros espacios compulsivamente impuestos. En esto, los
medios de comunicación tienen una suprema responsabilidad.
Existió un tiempo, un tiempo humano, en donde el
gusto y el alma al comercio, a la industria, a la agricultura, a
cuidar al otro, ofreciéndole un servicio útil o un producto necesario, venía
con cara de hombre, con cara de mujer y eso era garantía de satisfacción.
El financismo le ha robado el alma a los bienes, a los
productos, a los servicios y para peor, le ha robado el alma al ser humano
que hoy trabaja para vivir en vez de vivir para activarse en lo que le gusta
y cree que puede aportarse como útil para sí y para la comunidad.
Hoy su trabajo es esfuerzo que es todo sacrificio,
sacrificio de una vida digna, de una vida plena, de una vida en identidad
consigo mismo y con su familia, y con la humanidad y con la tierra toda.
El Financismo nos ha encerrado en carcasas y nos ha
aislado en empresas que son trituradoras de personas, que
son malgastadoras de recursos, que son abusadoras de
valores y de principios humanos. Este estado de cosas se realiza con
un fertilizante que hace crecer más y más al financismo transformándolo en
un monstruo que a todos nos consume, ese fertilizantes es: pagar minutos,
pagar segundos, pagar por día, por mes y por año el regalo de la
existencia que es el tiempo, y también es: pagar el milímetro, el
metro, el espacio cuadrado y el espacio cúbico que se utiliza, cuando
también fue un regalo de la existencia que nos toca vivir.
Así, nosotros mismos somos los responsables de haber construido un
infierno en donde existía un Edén, por suerte aún es posible
recuperarlo, con consciencia, una consciencia superior que nos
integre en los cambios profundos que necesitamos producir.