Lo que se vive de manera cotidiana, desde hace décadas,
es renta ganada con esfuerzos y con sacrificios y el financismo que se
sienta a disfrutar de la renta no ganada, o mejor dicho ganada sin
esfuerzo.
Estas líneas no son para proponer que todo el mundo
trabaje sino al contrario para sugerir que cada vez se trabaje mucho
menos pero que la gente se active cada día más en lo que quiere y le gusta.
Un mundo que se desparrama y desangra día a día
para buscarle la vuelta a la existencia y otro pequeño mundo que descansa y
especula viendo como el resto se muere en intentos vanos de supervivencia
que indefectiblemente los lleva a la NADA, muchas veces a una mayor pobre-za
e indigencia que extermina sociedades, familias, individuos.
En un continuo entre riqueza y pobreza, la riqueza
se las agarró con la pobreza para hacerla indigente y que
desaparezca. El rango medio de este continuo, bien o mal, funciona nivelando
para arriba o para abajo con sus resultados cotidianos, pero el sistema
actual mundial castiga sin piedad ni misericordia a los de abajo.
Y la supervivencia es natural: delincuencia, crimen e inseguridad en todo el
planeta.
Miremos lo que sí se ha conseguido: maravillas de
producción de bienes y servicios. Empresas que han sabido sobreponerse a la
antropofagia financiera mimetizándose en las mismas finanzas, departamentalizándose
en el mismo servicio financiero, creando conciencia para asumirse en el
concepto dinero por el dinero mismo y llevar así la mochila de la
preocupación del medio como si fuera el fin en sí mismo.
Este concepto de la competencia antropofágica los ha
forzado a desarrollos malhabidos pero exigidos, y estos desarrollos exigidos
para sobrevivir no traen satisfacción plena, más bien crean profunda insatisfacción
porque le exige al industrial, al hombre de campo, al comerciante estar en
donde no quiere y en donde no le gusta estar.
Hemos cosificado la necesidad para poder superar la
presión financiera, situación que se produce en todas las áreas, y no es
lo que la producción quiere. La producción, y la creación mucho más, quieren
hacer, crear y comprar y vender, quieren participar de lo suyo con los
suyos.
La pregunta natural es ¿por qué se ha llegado a esta
situación? Y la respuesta natural es: porque evidentemente los desarrollos
están mancos y faltos de tener incorporados en sí mismos valores
humanos y de necesidades no asumidas ni comprendidas.
Ha ganado la avaricia, ha ganado la codicia, ha ganado el
poder por el poder mismo, especulando con el crédito, utilizando como
vehículo el dinero, y satisfaciendo sus ansias con los rendimientos
financieros especulativos que le roba hasta la sangre,
el sudor y las lágrimas a la humanidad. Simple miopía humana,
hedonismo y nihilismo puros y burdos.
No es lo mismo completo que lleno.
De la misma manera que no es lo mismo íntegro que pleno.
Se ha lanzado a la humanidad a encontrar todas las
respuestas cuando ni siquiera se puede hacer una simple pregunta.
Así, a la pregunta para qué se vive la mayoría
responde para trabajar y a la pregunta por qué trabaja, es... porque
necesito comer, o porque todos trabajan. Por supuesto que tiene su lógica
natural pero ahí se enmanca toda otra justificación, en una
superficialidad que demuestra que se le ha perdido el sentido profundo de la
vida y de la actividad del ser humano.
Respuestas que mueren ahí, demostrando que la persona que
responde no comprende realmente porqué está activada y por qué gasta su vida
trabajando, vida que es todo y su más exclusivo y preciado patrimonio,
utilizada compulsivamente con un simple formalismo y reflejo automático.
Por supuesto sin quitarle validez a la respuesta primaria
que se da, sino cuestionando la ligereza y falta de comprensión profunda de
porqué se está activado de porqué se está trabajando.
La antropofagia entre unos y otros sectores de la
producción des-preocupa a los sectores del financismo y los hace descansar
en su propia inercia apática e inútil explotando y perjudicando a aquellos
mismos que le dan de comer.
Este sentarse a mirar como los otros se
descuartizan, cuando se produzca el inevitable colapso de estos
desequilibrios sociales, económicos, financieros e institucionales públicos
no va a afectarlos a ellos, ya que su sustento y existencia es solo virtual,
imaginaria. Las estructuras financieras simplemente van a explotar y
desaparecer como desaparece un globo cuando se lo pincha, pero como ya están
prevenidas tienen sus sustentos en bienes raíces y en bienes concretos que
siempre son el recurso real sobre el cual construir seguridades, mientras,
la humanidad fue hambreada, esquilmada, desperdiciada. Las que sí van a
sufrir y van a ser destrozadas irremediablemente son las bases sociales
todas que se contienen con la realidad de los valores económicos para la
producción y creación de bienes y servicios.
Estas bases, hasta que se recompongan desde la realidad
que las contiene, y no desde las fantasías e idealidades sobre las cuales se
las obligó a existir, van a tener que producir reajustes en las economías
reales de proporciones mayúsculas. En estas líneas estamos proponiendo esos
ajustes, creo, justo al filo del colapso.
Siempre que surge una crisis de cualquier tipo, afecta La
Realidad de la relación entre el ser y sí mismo, entre el ser y otro ser o
entre el ser y la cosa, produciendo un trauma y un desequilibrio
idealizado por el trastoque de los factores de la realidad y de la
valoración relativa que entre ellos se siente que existe. Jamás afecta
a las estructuras idealizadas que simplemente desaparecen por la presión de
la nueva realidad.
Estas idealizaciones generadas por la misma humanidad
para interrelacionarse y coexistir persisten como realidades hasta que el
hombre comprende la necesidad del cambio de imagen y de paisaje interno
y se lanza a destrozarlas vaciándolas de contenido y sentido motor, pero ya
es tarde, el hombre sufre el cambio.
Así el día que se produce una crisis, por ejemplo, la
institución desaparece, y desapareció, el que sufre es el sujeto humano
que se agarró a ella y cuánto más convencido estaba de que esa
institución era realidad, cuando en verdad era idealizada, más sufre con su
desaparición. Es el sujeto el que sufre la transformación, no la
institución.
Esto es lo que va a suceder con el colapso del financismo
en estos próximos años, el sistema financista se va a ir amoldando, en
sucesivas crisis, a los distintos embates que le presente La Realidad
largamente retenida y condicionada a los factores impuestos de la Idealidad,
pero no va a sufrir, porque todo el peso de la pérdida va a recaer
sobre los seres humanos activos y productivos y sobre aquellos -individuos y
familias- que pertenecieron a áreas inútiles de la economía -financismo- que
se irá desplomando mostrando su realidad Real: que es un simple acuerdo
de voluntades intencionadas al lucro especulativo que están escapando de
un barco que se está hundiendo para salvarse como pueden, cada una de la
manera que mejor le convenga; ya no más "acuerdo de voluntad política por un
interés común: el rédito financiero", ahora, sálvese quién pueda. Chau
sistema.