Un punto de arranque para terminar con la insensatez
económica es ver lo que ya está creado y cuidarlo y embellecerlo desde su
propia producción y existencia.
Si hay un desierto aumentar su disponibilidad para todos
y para todo.
Si hay un valle aumentar su disponibilidad en las mismas
condiciones en que este valle existe.
Si hay un bosque cuidarlo y darle más espacio para que lo
compartamos y disfrutemos.
Qué sentido tiene construir en las estepas del ártico un
"floreciente bosque tropical", o construir un enorme lago en
pleno desierto, o traer una montaña artificial y llenarla de una lluvia
nevada para que las personas puedan esquiar en "pleno ecuador".
Si viviéramos en un paraíso donde sabemos que todas las
necesidades humanas están satisfechas podría ser un delirio aceptable,
tal vez, pero sabiendo que existen continentes enteros y pueblos de
millones y de millones de personas que no pueden siquiera comprender su
simple existencia cotidiana salvo en términos de un absoluto fatalismo
existencial, es moral y éticamente denigrante desarrollar proyectos que
hacen a semejante estupidez, mucho más sabiendo que llegado al nivel de
tecnología actual cualquier cosa que se proyecte desde la fantasía humana es
factible de concretar.
Ver lo ya creado y ayudar en su cuidado, desarrollo y
disponibilidad es lo inteligente. Re-crearlo en otro lugar, en
otro espacio, en otro tiempo a los naturales es estúpido, imbécil e
infrahumano, por más que llegue a ser un excelente negocio turístico,
financiero o inmobiliario.