TEORÍA DE LA NECESIDAD - El Eficientismo Social -
                      Una Economía  de Todo y para Todos.    Prof. Mauricio Jorge Yattah

  89 - La función como integradora de la institución
       Audio - Imagen MJY

Hemos diseñado y actuado instituciones desde muy distintos puntos de necesidad. Todas se perpetúan en los tiempos y vemos como los humanos que trabajan en ellas, que se benefician de ellas, que se proyectan y crecen en ellas cambian y se van pasando la posta en ese tiempo perpetuo en el que las obligamos a existir.

Conclusión: debemos hacer que las instituciones sean eternas. Así, el Estado es para siempre, la Justicia es para siempre, la Empresa es para siempre, y toda idealización de organización y de articulación de formas de hacer son para siempre.

El desarrollo es eterno, la ganancia debe ser eterna y la armonía entre los elementos que necesitamos para la actividad económica también debe ser eterna. Hemos momificado al ser jurídico y al ser económico, hemos entrampado a la institución dentro de una existencia que solo la lleva a sobrevivir pase lo que pase y cueste lo que cueste, aún a costa de matar a sus propios sujetos humanos, aún a costa de corromperse hasta dejar de cumplir sus más mínimos objetivos fundacionales; nos impusimos y nos impusieron que la institución debe sobrevivirnos.

Este esquema de la eternidad de toda institución sirvió para comprender los errores que hemos cometido y para proyectar su cambio.

La situación actual es que vivimos para mantener instituciones que muy lejos están de cumplir con sus funciones y vivimos para amoldar nuestras vidas y nuestras necesidades a ellas y no para que ellas, creadas para ayudar y para cubrir nuestras necesidades, nos ayuden a nosotros.

Hoy, cada institución que cumple un objeto social tiene un peso organizativo y de costos de administración y financieros que en muchos casos exceden lo que cede a los ciudadanos, que fueron la razón de su génesis y existencia.

Redefinirlas, rediseñarlas y articular sus existencias a la existencia de los seres humanos, del hábitat y de las necesidades puntuales de ambos, es un requerimiento imperativo. Seguir cargando "estructura" a instituciones públicas -en general- es la globalización más deforme que podamos pensar, su peso es tan monstruoso que nos obliga a mantenerlas y su ineficiencia e ineficacia en cumplir con las necesidades de las personas es tan apabullante que duele tan solo pensar que existan.

¿Desde dónde reformularlas? Aprendiendo a vernos mejor, aprendiendo a ver a la persona y a su necesidad inmediata y sintiendo que es la inmediatez de la solución de la falta lo que todo ser humano busca tener para satisfacerla.

De nada sirve, nos sirve, que El Parlamento Mundial -por poner un nombre ficticio- estudie durante años la hambruna de tal o cual pueblo, o procese su ayuda humanitaria a largo plazo, la gente se muere hoy por falta de comida, por falta de agua. Y ya pasaron siglos y las necesidades mínimas de existencia humana no se resuelven.

De qué nos sirve una diplomacia de estado a estado si la acción de los estados está tan enquistada en sus propios intríngulis políticos y de facciones que se les hace imposible ver al otro que está necesitado.

La necesidad social que se sufre está tan cerca de todos y a la vez está tan lejos por la ficción de las fronteras políticas que se le imponen que es primordial descomprimir y hasta terminar con instituciones que producen este alejamiento.

Este querer perpetuar la institución inclusive a costa de su absoluta inutilidad, se puede sostener solo por la reificación que la ciudadanía hace de sus funciones no cumplidas pero deseadas con desesperación, como en el caso de "la justicia" que jamás llega y que si llega costó sangre, sudor, lágrimas y los patrimonios de todos los damnificados. Como en el caso de los préstamos internacionales que jamás se asignan a donde deben ir y que, cuando se cobran se les exige a los deudores otro tanto de la sangre que ya le estuvieron succionando durante toda su vida de trabajo.

Todo es consecuencia de una u otra manera de haber construido instituciones desde las ideas políticas y desde andamiajes ideológicos que sobreviven a pesar de haberse alejado de sus funciones fundacionales. Organizaciones que son administradas por administrativos que ven su existencia personal y de grupo invariablemente atada a la supervivencia eterna de la institución madre que los cobija y les da trabajo, sin importarles otra cosa.

Es prioritario redefinir la función institucional pública dándole la eternidad que tiene el ser humano y sus necesidades construyendo para ello instituciones flexibles, ágiles y cambiantes de acuerdo a los niveles de satisfacción de esas necesidades y no establecer su eternidad por decreto caiga quien caiga y cueste lo que nos cueste. Estas nuevas estructuras organizativas y de administración, deben metamorfosearse con cada cambio de necesidades sociales, deben mutar hacia formas distintas que dinamicen sus funciones hacia la inmediatez y efectividad de cambiantes objetivos institucionales.

Ya pasaron los tiempos de las constituciones a perpetuidad, de los reglamentos inquebrantables, de las normas del para siempre. La movilidad social y sus infinitas necesidades obligan a repensar los esquemas organizativos y de administración pública.

Un punto que hemos aprendido, a lo largo del siglo XX, es que lo justo, lo eficiente, lo eficaz y lo oportuno, tiene infinitas dimensiones de adaptabilidad en sus medidas y formas de organización y de administración de procesos y de procedimientos para la realización.

Una estructura, por ser más grande no significa que sea más eficiente, ni por ser globalizada que sea más eficaz. Tampoco por estar más tecnificada es más oportuna o útil, ni por estar más planificada está sea más presente o actual.

La vida y el acontecer de las personas y de sus necesidades son tan infinitos, que encajarlas dentro de instituciones como las que tenemos ahora hace que éstas vivan solo porque sacrificamos ingentes otras cosas por otros lados que no incluimos ni en los gastos de su manutención ni en los costos que las hacen perpetuas. Incluir estos sacrificios solo sería factible si cambiamos la visión económica incorporando todo y a todos dentro de los cálculos de existencia y de activación creativo-productiva humanas.

Hagamos instituciones que se modifiquen continuamente al ritmo de las necesidades del Soberano, diseñemos instituciones que se adapten a sí mismas a las necesidades actuales que las convocan y requieren y focalicemos la función en vez de la existencia perpetua de ellas para amoldarlas a máximos niveles de realización y utilidad socio-económica.

En Un Mundo Un Pueblo ya funcionamos con varias de ellas y seguramente vamos a vivir el surgimiento de miles más con sus más variadas formas y diseños de acuerdo a las necesidades y creatividad de cada pueblo que las necesite.



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